Desde que mi hija tenía un año de edad, le enseñé que “no es no”. Para todo: tanto para no tocar el enchufe como para que nadie la toque donde nadie debe tocarla; para que nadie le diga cosas que la hagan sentir mal o incómoda. No es no, hija, el helado es para el postre, no para ahora que estamos por cenar.
Los años pasaron y el sábado pasado tenía su primera clase de natación del año. Ya sabe nadar pero debe afianzar la habilidad. Es importante que haga deporte: por su salud, su bienestar, su socialización, su autoestima. Porque el deporte es un amigo que te acompaña para siempre. Pero esa mañana, ella no quería ir a natación. Y no había forma de convencerla. Siempre de forma amorosa y contándole los beneficios de nadar: vas a hacerte de amiguitos nuevos, seguro el agua está calentita, te vas a relajar, vas a jugar. Pero no, no quería ir.
—Bueno, vayamos al McDonalds que tiene juegos —le dije. Y sin que viera, me llevé la mochila con todas sus cosas de natación.
Llegamos al lugar y le digo:
—Estamos en la esquina de natación. ¿Qué te parece si probamos si tenés ganas de ir?
Berrinche.
De pronto, se atrincheró en esas mesas de bar que ahora está de moda que pongan en la calle. Y atrincherada allí, parada, con todos sus músculos duros, el ceño fruncido y toda su expresión en total negación me hizo saber que no quería ir a nadar.
—Si no querés, no vamos. Pero al menos acompañame a ver si hay clases para mí. —Nada de lo que dije era mentira. También estaba buscando clases para mí y para nosotras, para ir juntas.
Entramos, hice la consulta. La invité al vestuario. A regañadientes, subió conmigo.
—¡No quiero ir!
—Sí, mi amor, ya sé. No te voy a obligar. Ya sabés que siempre te dije que no tenés que hacer nada que no quieras hacer. ¿Vamos a ver qué onda la pile?
—Bueno.
Estaba re linda. El ambiente súper climatizado. Había muchos niños, se notaba que la estaban pasando bien. Pero ella no quería. Volvimos al vestuario.
—¿Querés ir a la clase y probar? Es la primera del año.
—No. No es no.
Y ahí se cerró la cuestión y nos fuimos al McDonalds. En parte, me sentí orgullosa por la forma en que la fui criando y en que fui inculcándole el concepto. Para empoderarla, para que diga la frase, para que la imponga, para que la pretenda de otros. Ese otro esta vez fui yo.
Y por otra parte, me pregunto: ¿cómo es posible que mi hija de seis años comprenda tan bien esta frase, este concepto de respetar el NO del otro y tantas personas adultas, me refiero en su mayoría a hombres que terminan siendo femicidas —o no, maltratadores, padres o maridos/novios golpeadores— no puedan comprenderla?
No es no. Si no te ama, dejala ir. Si se quiere divorciar, dejala ir. Si tiene otro novio, ponete feliz por ella. Si no quiere tener sexo, no la violes, aunque sea tu novia, tu esposa, si la forzás es violación porque… NO ES NO. ¿Comprendés? Bueno, pues mi hija la comprende. Fijate.
Jessica Boianover
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Jueves 20 de abril de 2023