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Tantas veces lo monstruoso y lo aterrador están puertas adentro, en los rincones de nuestro propio hogar. Cuántas veces quienes deben cuidar de nosotros son incapaces de vernos y abrazarnos, menos pueden alentarnos a seguir nuestro destino. Guille O’Brien todavía es un niño pero desde el instante en que descubre que vestir las ropas de su mamá lo hace vibrar de felicidad comprende que, para crear su propio camino, para ser, deberá atravesar el miedo y abandonar el domo familiar. Así, acompañado de nuevos amigos, maestros, protectores e, incluso, contrincantes, Guille se adentrará en los enigmas y los peligros del asteroide que habita buscando su nombre verdadero.
Soy Fern —Le tendió la mano libre; el dorso era aterciopelado, tan negro que parecía violeta—. ¿Tu nombre?
Guillermo abrió mucho los ojos, apretó las sandalias de su mamá y se miró la camisa de volados y el cinturón de strass que vestía, indeciso.
—Un nombre es una cosa importante, muy difícil de encontrar, cuando uno se pone a pensar en eso, ¿cierto? —dijo Fern—.
A veces lleva tiempo.
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Tantas veces lo monstruoso y lo aterrador están puertas adentro, en los rincones de nuestro propio hogar. Cuántas veces quienes deben cuidar de nosotros son incapaces de vernos y abrazarnos, menos pueden alentarnos a seguir nuestro destino. Guille O’Brien todavía es un niño pero desde el instante en que descubre que vestir las ropas de su mamá lo hace vibrar de felicidad comprende que, para crear su propio camino, para ser, deberá atravesar el miedo y abandonar el domo familiar. Así, acompañado de nuevos amigos, maestros, protectores e, incluso, contrincantes, Guille se adentrará en los enigmas y los peligros del asteroide que habita buscando su nombre verdadero.
Soy Fern —Le tendió la mano libre; el dorso era aterciopelado, tan negro que parecía violeta—. ¿Tu nombre?
Guillermo abrió mucho los ojos, apretó las sandalias de su mamá y se miró la camisa de volados y el cinturón de strass que vestía, indeciso.
—Un nombre es una cosa importante, muy difícil de encontrar, cuando uno se pone a pensar en eso, ¿cierto? —dijo Fern—.
A veces lleva tiempo.