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Grissa es una gata gris plata debido a un rayito blanco que le dio la luna. Antes era gris a causa de su tristeza y, mucho antes, cuando nació, no tenía color.
A lo largo del cuento, intentará colorearse a través de diversas formas. Una de ellas es utilizando acuarelas. Así es como llegará a casa de Alay, una pequeña artista de cuatro años, quien acompañará a la gatita en la búsqueda de su identidad.
El primer gatito se llamó Lylo, porque el hada lo había teñido de amarillo y blanco,
con ojos del color de las lilas.
Pero como se había olvidado los lentes,
no vio a la segunda gatita que estaba debajo de una hoja de escarcha.
Entonces tomó su pincel mágico y regresó a su castillo.
Así fue que Grissa, que no siempre se llamó de ese modo, se quedó sin color.
Ni siquiera era blanca. Y como no tenía color, su mamá y su hermanito se fueron sin saber que existía.
Ella intentó llamarlos, pero su voz era muy suavecita, y el viento aullaba muy alto.
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Entonces tomó su pincel mágico y regresó a su castillo.
Así fue que Grissa, que no siempre se llamó de ese modo, se quedó sin color.
Ni siquiera era blanca. Y como no tenía color, su mamá y su hermanito se fueron sin saber que existía.
Ella intentó llamarlos, pero su voz era muy suavecita, y el viento aullaba muy alto.