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Cuatro fueron los primeros elementos, los puntos del mundo, las estaciones y los resonadores del kultrún (instrumento de percusión); la fisiología de la naturaleza resonaba de cuatro en cuatro. Eso no significaba que no apareciesen otros números, la Madre Tierra era tan bondadosa y abundante que era imposible pensarla sin la infinidad de números que la constituían.
El mundo había cambiado, la tecnología había generado una desconexión con el suelo, la memoria, la riqueza de los elementales y la vida. ¿Qué más necesitaba la humanidad? Ahora se creía que mucho, y mucho todavía era poco, entonces se necesitaba más, y el más allá no tenía límites ni consideraciones.
Es por eso que hubo un día en que la Madre Tierra despertó, y el che (pueblo) de la mapu (tierra) despertó con ella con mucho para contar.
Al inicio de los tiempos cada ser del planeta
resonaba con su nombre de origen.
Eran los nombres que naturalmente
brotaron con su nacimiento.
Esa es mi lengua, ese es mi idioma
impreso en cada célula viva.
Con el correr de las lunas los nombres verdaderos,
nombres de poder fueron olvidados
como ceniza que se dispersa,
perdiendo identidad y memoria.
Al olvidarlos, sucumbieron a un debilitamiento irrevocable.
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Cuatro fueron los primeros elementos, los puntos del mundo, las estaciones y los resonadores del kultrún (instrumento de percusión); la fisiología de la naturaleza resonaba de cuatro en cuatro. Eso no significaba que no apareciesen otros números, la Madre Tierra era tan bondadosa y abundante que era imposible pensarla sin la infinidad de números que la constituían.
El mundo había cambiado, la tecnología había generado una desconexión con el suelo, la memoria, la riqueza de los elementales y la vida. ¿Qué más necesitaba la humanidad? Ahora se creía que mucho, y mucho todavía era poco, entonces se necesitaba más, y el más allá no tenía límites ni consideraciones.
Es por eso que hubo un día en que la Madre Tierra despertó, y el che (pueblo) de la mapu (tierra) despertó con ella con mucho para contar.
Al inicio de los tiempos cada ser del planeta
resonaba con su nombre de origen.
Eran los nombres que naturalmente
brotaron con su nacimiento.
Esa es mi lengua, ese es mi idioma
impreso en cada célula viva.
Con el correr de las lunas los nombres verdaderos,
nombres de poder fueron olvidados
como ceniza que se dispersa,
perdiendo identidad y memoria.
Al olvidarlos, sucumbieron a un debilitamiento irrevocable.