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Ópera, el poemario número veinticinco de Pablo Queralt, nos brinda un camino entre el lirismo de la ópera y el propio lirismo de quien realiza la experiencia de los sentidos contemplando el espectáculo donde se conjugan los géneros. La nave va tirando de las riendas en su oleaje, en sus notas escuchamos al barbero en su coloratura alparlatto y a una museta de barrio en voz de mezzo fingiendo la vida pintándola de sueños en esa estela luminosa del corazón fascinado, hamacando sus doce notas, su música en el vacío de la mente y el lenguaje. Tancredi, óperas modernas como Peter Grimes, todo es elemento y materia del gozo y de cierta impronta marca que seña un lugar, “el lugar” del suceso que aconteció lo que vibró. Rigoletto “bufón bufado”, víctima de su engaño. Werther en el jardín en un continuo de aguas, todo eso que vio el corazón, instantes de felicidad fugaz, tal vez la panacea.
cuando temo,
para no pensar
canto
y uno empieza a escuchar de verdad
la voz de los barítonos y los tenores
ahí bebo del filtro que hace perder la conciencia de lo real.
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Ópera, el poemario número veinticinco de Pablo Queralt, nos brinda un camino entre el lirismo de la ópera y el propio lirismo de quien realiza la experiencia de los sentidos contemplando el espectáculo donde se conjugan los géneros. La nave va tirando de las riendas en su oleaje, en sus notas escuchamos al barbero en su coloratura alparlatto y a una museta de barrio en voz de mezzo fingiendo la vida pintándola de sueños en esa estela luminosa del corazón fascinado, hamacando sus doce notas, su música en el vacío de la mente y el lenguaje. Tancredi, óperas modernas como Peter Grimes, todo es elemento y materia del gozo y de cierta impronta marca que seña un lugar, “el lugar” del suceso que aconteció lo que vibró. Rigoletto “bufón bufado”, víctima de su engaño. Werther en el jardín en un continuo de aguas, todo eso que vio el corazón, instantes de felicidad fugaz, tal vez la panacea.
cuando temo,
para no pensar
canto
y uno empieza a escuchar de verdad
la voz de los barítonos y los tenores
ahí bebo del filtro que hace perder la conciencia de lo real.